Entre pinos y con el pantano de Buendía de fondo, te espera la Ruta de las Caras. Una ruta divertida, diferente y muy especial. Te sorprenderá a ti tanto o más que a tus peques.
Hace años era más fácil sorprendernos. Se viajaba menos, y no existía tanta información en internet. A veces echo de menos esa capacidad de sorpresa que tenía la realidad de antes… Viajar con niños es una manera más de buscar ese asombro. Mirando a través de sus ojos y mediante el juego, podemos disfrutar más intensamente el momento.
Otras veces somos los mayores los que ponemos cierto grado de misterio. ¿Por qué no poner la chispa? ¡A jugar!

Llegamos a la Ruta de las Caras sin muchas pretensiones. Después de unas cuantas carreteras secundarias, rodeados de girasoles y sin apenas cruzarnos con coches, al llegar a Buendía el GPS se volvió medio loco. Nos enseñó una ruta que pasaba por pistas forestales.
Nos costó mucho encontrar alguna señalización. Incluso llegamos a dudar de que la Ruta de las Caras existiera. Ahora es más conocida, pero hace unos años no se hablaba tanto de ella. Hicimos lo que se hace de toda la vida en estos casos: buscar vida humana y preguntar ;). En los pueblos castellanos a ciertas horas puede ser complicado cruzarte con alguien. Tuvimos suerte y lo conseguimos pronto.
¡Confirmado! Se llega por pistas forestales… Con el pantano de Buendía a un lado, el viaje se hace más ameno.

Pone que hay unos 4 kilómetros desde Buendía a la Ruta de las Caras. Se hacen eternos… Cuando piensas que estás perdido en mitad de la nada, te cruzas avisos de que vas en la dirección correcta. Y ahí vuelves a preguntarte, ¿pero dónde vamos? 😉

Te recibe un merendero bien acondicionado con mesas y papeleras, entre frondosos pinos. El sitio es muy agradable. El coche lo dejas muy cerca y puedes aprovechar a comer algo si hace buen tiempo.
Si no vas al merendero, mejor deja el coche antes de entrar al recinto. En esa zona es donde finaliza el sendero. Agradecerás tener el coche cerca cuando termines la ruta.

Había leído poco sobre la ruta. El viaje lo hicimos un poco a la aventura, sin planificar. Sabía que no era muy larga. Al llegar al inicio de la ruta, con un merendero en mitad de una arboleda, me hice a la idea de que el camino sería entre árboles. Después de merendar, nos cogimos la Boba 4G para llevar al peque y cogimos una buena provisión de agua. Aún así, nos quedamos sin agua. Te doy una recomendación importantísima: lleva mucho agua y, si hace calor, más agua aún de la que tenías pensada. El trayecto cuando aprieta el calor, cuesta bastante.

En algún sitio leí que se podía dar un paseo con carrito. ¡¡Ni se te ocurra!! Hay subidas, bajadas, y sitios no aptos para carritos. Si vas a viajar con peques que aún no aguantan mucho andando, mejor portear.
En la Ruta de las Caras las esculturas están talladas sobre la piedra arenisca que se encontraba en el lugar. Al lado de cada obra tienes el nombre de la escultura y el año de la talla. Lamentablemente también encontrarás otras palabras y fechas escritas por personas que han acudido a la Ruta y no han respetado la zona. Como siempre, vuelvo a incidir en la importancia de que enseñemos a nuestros peques a valorar y respetar lo que tienen alrededor. Viajar es una oportunidad estupenda para inculcar esta cultura del respeto hacia lo que nos rodea.
Y después de estas palabras…
¡¡Empecemos el recorrido!!
El objetivo de este post no es quitar la magia del descubrimiento de un lugar diferente. Solo pondré algunas fotos para picar tu curiosidad. Lo bonito está en girar una curva y ver una escultura o descubrir al fondo el pantano, o jugar con los troncos de los árboles, o… lo que la imaginación te dé junto a tu familia.
El sendero está señalizado por si te sientes perdido. En la parte del final de la ruta, que los peques pueden empezar a estar cansados o sedientos, o si estáis acabando con las reservas de agua, viene muy bien que te recuerden el camino.

Hay varios tramos de esculturas. Recuerdo el primer tramo como el más impresionante, quizá por eso que te contaba antes de la sorpresa. También tiene algunas tallas enormes y en muy buen estado de conservación. El último tramo hay menos y ya no impresionan tanto.

Hay algunas esculturas que las pasamos sin apenas pararnos. Hay muy pocas, pero hay alguna, que a mí, en particular, me dió mal rollo. Pero las vistas del pantano, y los tramos entre árboles y piedras, dan tanto juego, que pronto se olvidan. También puedes aprovechar a acercarte al pantano de Buendía y disfrutar del ambiente.

¿Te animas a descubrir este estupendo paraje? 😉

¡Ah! Se me olvidaba. Tienes un mirador al pantano justo detrás de la escultura de la calavera. Esta escultura impacta, no es precisamente la que más me guste, pero la localización es estupenda. Si quieres ir al pantano, unos metros después de la calavera encontrarás un sendero por el que llegas fácilmente.

¿Qué te parece el plan de hoy?