¿Qué recomendarías a familias como la tuya que no deberían perderse? Así comienza una conversación más con Maribel, la cabeza que no para, la artífice de ponernos siempre a pensar en nuevos planes para compartir con la comunidad viajera. Y nosotros que no sabemos decir que no, comenzamos a darle vueltas.
Cada año queremos hacer muchas cosas, algunas forman parte de nuestro ideario viajero, otras son deseos que tocaba ponerles fecha para cumplirlos y muchos otros salen de colaboraciones entre viajeros, porque nosotros os contamos un plan, pero… ¿habéis visto todas las buenas ideas que ya han salido por aquí?
¡¡Ni se os ocurra iros sin leerlas todas!!
Siendo del norte muchos piensan en escapar al sur en busca del buen tiempo, de las playas infinitas y de las buenas temperaturas, pero nosotros estamos a gusto rodeados de montañas, entre pueblos pequeñitos, conversaciones con gente de la zona y viendo y volviendo a vivir muchas de las tradiciones que han conformado a esta gente del norte tan ruda en tiempos pasados.
Y esa va a ser nuestra recomendación viajera, para los que sois de aquí y para los que venís de fuera. Queremos sumergiros en una tradición antigua que en nuestros días está presente en muchos momentos, fiestas patronales, reuniones de amigos y muchos baserris (Caserío en euskera).

¿Alguna vez habéis comido un talo?
¿Un talo con chorizo, con queso, o incluso con chocolate?
¡Ah! Que puede que ni siquiera sepáis de qué os estoy hablando.
Empecemos entonces por el principio:
Un talo es una torta hecha con harina de maíz. Es un plato tradicional o típico de Euskadi, Navarra o incluso del país vasco francés.
El paisaje montañoso del norte de España hizo que nuestras tierras nunca fueran adecuadas para el cultivo del trigo pero sí para el maíz y por esta razón principal se convirtió en un alimento básico para las dietas de las zonas del lugar, además de que en muchas épocas los habitantes de la zona no podían permitirse el blanco pan de trigo. Se comía en hogazas o en talos para sopas y otros acompañamientos.
Hoy en día sin embargo se consume únicamente en grandes eventos tradicionales como Santo Tomás en Diciembre en Bilbao o en las fiestas de San Prudencio en Araba o en San Andrés en Eibar… es decir siempre acompañado a fiestas en las que se celebra o se ensalza folklore y tradiciones vascas.
¿Quiere decir esto que no podréis degustarlo nada más que si venís en esas fechas? Nada más lejos de la realidad, hoy queremos llevaros con nosotros hasta Amaiur, un pequeño y precioso pueblo Navarro con mucha historia y en donde podemos encontrar uno de los pocos molinos históricos que sobreviven al paso del tiempo y donde no sólo podemos comer un buen talo sino también hacerlo con nuestras propias manos.
La entrada al bonito pueblo de Amaiur
En este molino, rehabilitado y en uso, el molinero, gente afable donde los haya nos contará los secretos de la harina del color del oro mientras elabora a nuestro lado varios talos que nos van haciendo salivar.
Pero además ya sea con niños o sin ellos nos sentaremos a compartir historias, nos contará por qué el maíz llegó a nuestras tierras, por qué los vascos hicimos de éste un ingrediente básico de nuestra dieta y sobre todo aquellos trucos que muchos molineros medievales utilizaban como dueños de una gran herramienta como era un molino para como dice el refrán llevarse la mejor parte del reparto.

Aquellos que se animen y sobre todo los niños pondrán manos en la masa para a ritmo de las ordenes del molinero o su mujer para elaborar el talo más rico que comeréis nunca, porque nada sabe mejor que aquello que realizas con tus manos.

El talo más tradicional es el que está relleno de txistorra o chorizo pero podremos elegir rellenarlo de buen queso de oveja o incluso, para los más golosos, de chocolate.

No queremos desvelaros más información, en el blog encontraréis mucho más de esta experiencia. Sin ninguna duda, una visita que merece la pena.
Mmm, buen provecho o como se dice por aquí, ¡On egin!
¿Nos vemos allí?
Este post es una colaboración de El mundo con peques para el calendario de adviento viajero 2017.