Cada día estoy más enamorada de Guadalajara. Una zona tan desconocida y despoblada, como bonita. Hay muchos pueblos que se están quedando sin gente, y otros muchos en los que su población en invierno es muy reducida.
Disfruto muchísimo conociendo pueblos en familia. Ir con los niños a las ciudades puede ser complicado: coches, gente, obstáculos,… Algo que podría ser un día bonito, a veces se convierte en una jornada donde ha habido más situaciones estresantes que otra cosa: “¡Cuidado!”, “la mano”, “estás molestado a ese señor”, “no des golpes”, “esto no se toca”,… Hay que ir de vez en cuando, que tiene muchos lugares y eventos chulos pero, por lo menos en mi caso, siempre que puedo evito los lugares concurridos y con muchos coches. Esos sitios además me parece que son sitios complicados para los enanos, ya que están diseñados por adultos para adultos. Pero ese es otro tema.
Dejar que a los peques libres, que disfruten a su forma y que los mayores también podamos disfrutar… , que no tengamos que estar todo el tiempo dando indicaciones, que todos estemos relajados… eso es lo que para mi es desconectar y disfrutar en familia. Y eso sólo lo consigo en la naturaleza y en pueblos pequeños. Guadalajara tiene muchos rincones así, que veo que son los que nos llenan a los cuatro: mucha naturaleza, poca gente, pocos obstáculos y pueblos y lugares que se pueden recorrer a pie.
Un pueblo donde podrás disfrutar así es Pelegrina.
¡Y lo tienes tan sólo a una hora y media de Madrid!
Pelegrina está situado a unos 9 kilómetros de Sigüenza, la población más importante de la zona y que te aseguro que merece la pena visitar. La villa medieval es pequeña, pero con un centro encantador. Un castillo muy grande y muy bien conservado, ya que actualmente es Parador Nacional. Te hablé un poquito de este pueblo en el post de Trenes Turísticos, ya que uno de ellos es precisamente el Tren Medieval de Sigüenza. Intentaré en otro momento hablarte más de la villa y de su visita.

Si has escuchado hablar en alguna ocasión de Pelegrina, seguramente lo tendrás asociado a Félix Rodríguez de la Fuente, y su famosa escena del águila cazando una cabra desde el aire. Fue en este barranco donde se grabó esta y otras muchas escenas. A las afueras de la población, hay un monumento en su nombre donde puedes ver el barranco y toda la zona de montañas y barranco. El monumento es un mirador. Nos decían otros visitantes que encontramos allí que en otros momentos se podían ver las cascadas que caen en alguna zona de la montaña. La visita la hicimos en abril de 2017, ¡y no se veían las cascadas! Nos comentaron que algo de agua sí bajaba, pero que en otros años la abundancia de agua, hacía que el caudal pudiera divisarse desde la distancia. Una pena experimentar día a día la escasez de agua y el daño que está haciendo a todo.

Hacía muchos años que había estado por estas zonas, y estaba deseando llegar al pueblo, y divisar la silueta del castillo en ruinas que tenía en mi recuerdo. Y al girar unas cuantas curvas, allí estaba. Un precioso pueblo típico alcarreño, enmarcado en tierras de cultivo y coronado por las torres de lo que en su momento fue un castillo.
Había leído que la entrada en coche al pueblo no era posible, sólo para residentes. Y que, justo al principio del pueblo, había un pequeño aparcamiento para quienes van a comer al restaurante que está en ese punto. Para el resto de visitantes, antes de llegar a la zona de casas, tienen habilitado un pequeño aparcamiento a la derecha, que caben pocos coches, y donde hay unas mesas con bancos. Hay también una explanada grande a la izquierda, en la que no tendrás problema para dejar el coche.
Si quieres hacer picnic, lo mejor es que comas en alguna de estas mesas o que te lleves la comida en mochila a la zona del barranco, que no está lejos. El coche no lo podrás dejar abajo, así que esto sólo te lo recomiendo bajar a comer allí si lleváis bocata, bebida y poco más, que hay que cargar con ello.
La vuelta por el pequeño pueblo es agradable. Para nosotros el plato fuerte estaba en las ruinas del castillo, así que nos fuimos directos allí.

El castillo domina todo el pueblo. Aún estando en ruinas, impone cuando lo divisas desde la base. Tuvo que ser un castillo impresionantemente bonito. Desde allí seguro que divisaban todos los posibles acercamientos, porque actualmente las vistas son espectaculares.

Y aunque el castillo está en ruinas y hueco, escalar hasta llegar allí, divisar los campos hasta que la mirada se pierde en el infinito y asomarnos por los huecos que dejan las piedras, se convierte en toda una aventura en familia. Como la subida está algo empinada, aquí hay que subir sin carrito, y para los papás y mamás es algo más pesado que otros lugares porque tienes que subir con ellos o ayudarles en algunos tramos.
Merece mucho la pena el esfuerzo.
¡Te sientes coronando la cima!

En el pueblo hay oficina de turismo, donde te informan de las rutas y de todo lo que puedes visitar por la zona. La chica que nos atendió fue muy amable, con nosotros y con los peques. Nos indicó el inicio de la ruta más sencilla, que en realidad es un bonito paseo. La ruta sale desde el pueblo. Al ver una fuente, entras por esa calle, y encuentras una bajada algo empinada. Esa es la bajada al río y al barranco del Río Dulce. ¡Así de fácil!

Cuando bajas, en algún momento se te ocurre pensar cómo será la subida, ya que el camino tiene una inclinación considerable. Pero bueno, es momento de disfrutar, y la subida ya la haremos después, ¿no crees? 😉
En pocos minutos, te encuentras en un camino donde ya divisas a un lado el río Dulce y te vas alejando poco a poco de la población, sin dejar de divisar el castillo en la altura.

En la primera parte de la ruta, puedes ir con carrito. En realidad yo no lo llamaría ruta, sino paseo. Y un paseo muy agradable, porque hay muchos árboles que te resguardan del sol los días más cálidos, y muchos entretenimientos para toda la familia.

Llaman la atención las piedras que empiezan a aparecer a tu alrededor, en la altura, y que forman parte del Parque Natural del Barranco del río Dulce. Recuerdan a las rocas que encontramos en la Ciudad Encantada de Cuenca. Es curioso quedarse mirando a las grandes rocas y buscar formas.
Pruébalo con tus peques.
¡Es muy divertido!

A partir de aquí, nosotros nos dedicamos a vivir el momento.
Pasear, coger piedras, acercarnos al río, curiosear,… Todo lo que nos apetecía.

Jugar en la naturaleza y con todo lo que te encuentres es una de las vivencias más ricas que puedes tener con tus hijos. Los pueblos, bosques y ríos son sitios donde precisamente podemos vivir con intensidad el momento, y disfrutar con todo lo que nos estimula a nuestro alrededor.
Andar descalzos por el verde, meter los pies en el río y probar cómo está el agua, buscar bichitos. No te quiero contar el momentazo cuando vimos moverse una culebra en el río… 😉 No me gustan nada esos bichos, pero maravillas de la memoria, fue ver la culebra y recordar mis veranos en el río con mi familia, y traerme preciosas sensaciones. ¿A ti también te ocurre?

Y hasta aquí otro de nuestros pequeños grandes planes, que hemos disfrutado de principio a fin y, lo mejor, que nos ha permitido disfrutar el presente sin prisas, sólo por el placer de estar juntos en ese momento en ese lugar.
¿Qué te parece mi propuesta?
¿Tienes otros lugares que te encantan por su belleza
y por lo que puedes vivir en ellos?