El sitio que no te debes perder. Pongamos que hablo de Cadaqués.
Desde que empieza la planificación de un destino, una de las frases que leerás y te dirán será precisamente esa: “El sitio que no te debes perder es...”.
Frecuentemente serán unos cuantos sitios los elegidos, pero suele haber una joya de la corona, ese lugar que casi todas las personas que consultas y que te cuentan, coinciden en que es un sitio tan bonito o con ese algo tan especial, que te sentirías mal si estando en la zona no lo conocieras.
Por supuesto, lo añades a tu recorrido en un lugar preferente y ansías el momento de poder poner tus pies allí. Seguro que ya has visto fotos del lugar y te han recomendado dónde tener las mejores visitas o el monumento más bonito, o qué es lo característico del lugar. En tu cabeza ya tienes todo un croquis de lo que no puedes perderte una vez allí.
Con estas expectativas en mente y la emoción en el cuerpo, arrancas ese día dirección al lugar deseado.
Esto nos ocurrió hace muy poco con una visita, así que aprovecho este lugar para ejemplificar lo que te quiero decir. Cadaqués, el pueblecito donde vivió Salvador Dalí, fue uno de los lugares que nos dijeron que no debíamos perdernos en nuestra visita a la provincia de Girona. Las voces eran algo así como: “Girona es preciosa. Te va a encantar. Tiene tantas cosas que ver. Pero irás a Cadaqués, ¿no?“. Arrancamos una mañana para allá, con caras alrededor nuestro de “vais muy tarde, ya veremos si conseguís aparcar“. Con dos niños estar en un pueblo a las 8h o las 9h de la mañana es complicado, más cuando cada día es un tute tremendo conociendo diferentes lugares. Y aún es más complicado, con niños o sin niños, estar en dos lugares a la vez, ambos a buena hora (para no encontrar miles de turistas, solo cientos…). En este caso, ir a Cadaqués y al faro de Creus, ambos a la mejor hora, no nos parecía posible. O llegábamos a un punto o al otro. Por supuesto, la casa museo Dalí y sus colas y esperas, quedan para otra ocasión.
Fotografía: Maribel Sobrino
El tránsito se fue haciendo pesado a medida que nos acercábamos al pueblo. Los momentos antes de llegar al destino deseado tienen muchos aspectos similares a lo que se vive en un parque de atracciones. La atracción que tiene la cola más larga podría ser abandonada por las cientos de personas que esperan. Lejos de eso, la expectativa se va haciendo mayor, y aumentan las ganas por sentir lo que te produce vivir esa experiencia.
¿Que llegas al pueblo y hay cola para poder entrar al aparcamiento, y tienes que esperar que salgan coches para poder entrar? No importa, tienes incluso sensación de alivio, de ser una persona afortunada. Según te han dicho, llega un momento que cierran el aparcamiento y ya no pueden entrar más coches. ¡Qué suerte hemos tenido!, podremos ver Cadaqués ¡¡sin habernos levantado a las 6h de la mañana!! (Quien tiene niños entenderá que los tiempos con niños nada tiene que ver con los de adultos, y que Murphy acierta si dice que cuando hay que madrugar ellos están perezosos y cuando los padres queremos hacer pereza y hay tiempo de sobra, su despertador interno les avisa a horas intempestivas).
Así que con el cuerpo cargado de esa adrenalina pidiendo a gritos ser descargada, sales del parking y empiezas a recorrer el pueblo. Tu mente, después de todo lo que le llevas contado del lugar, y lo que eso se traduce a nivel de sustancias cerebrales, debe interpretar que al doblar la calle, la imagen que tendrás será deslumbrante, no habrás visto nada igual. Que sin llegar a los fuegos artificiales, la sensación que tendrás será brutal, porque ahí estamos ya casi en lo más alto de la atracción, justo antes de ser lanzada a todo el recorrido de curvas y looping imposibles. Y en ese momento necesitamos algo que nos ayude a manejar esa emoción, que podamos descargarla.
Fotografía: Maribel Sobrino
¿Cómo sentir esa impresión cuando las calles están tapadas por los múltiples turistas que acudimos en masa queriendo vivir las mismas sensaciones? ¿Cómo apreciar los pequeños grandes detalles cuando tienes que apartarte para que pasen otras personas que vuelven hacia el aparcamiento o que están recorriendo la calle en sentido contrario a ti?
Después de tener la adrenalina a tope, tu cuerpo te pide soltar, responder a esa emoción creciente que ha ido llenándote, algo que tenga la misma intensidad por lo menos. A cambio lo que le ofreces es que vaya a ritmo tranquilo, que no se emocione, que vaya soltando lentamente, al ritmo que el destino te impone. Con esta vivencia, aunque el sitio sea bellísimo, es más que probable que no cumpla tus expectativas, quizá te decepcione, porque “esperabas más”. Y esto incluso cuando reconoces al llegar a casa que el lugar es impresionante. La masificación, el ver más gente que calles, hace que sea muy difícil disfrutar de pueblos y ciudades, y que los pequeños grandes detalles que hacen único un destino se pierdan.
Fotografía: Maribel Sobrino
Con este ritmo impuesto por el gran número de visitantes, sólo queda bajar la marcha.Ir a ritmo slow por pequeños pueblos es genial. Quien dice ritmo slow con niños por favor que no intérprete que paras en cualquier rincón a admirar plácidamente la belleza del mar, ni a admirar cada una de las bonitas puertas de colores que encontrarás a tu paso o a apreciar los detalles de esas bonitas acuarelas en las calles o, como leía esta mañana, parar a tomar un café o un té con vistas mientras apuntabas cositas en tu cuaderno de viaje. Eso para las familias es ciencia ficción, algo del pasado que no sabes si podrás revivir algún día, y seguro que si lo haces, ya no lo vivirás de la misma forma.
Con niños este ritmo se traduce en ir acompañando sus tiempos, parándonos porque esa escalera es ideal para saltar desde allí, el charco que se hizo con la lluvia del día anterior o con el agua de las macetas mola un montón para saltar, o ¡¡¡¡espera!!!! ¿Habéis visto este bicho?. Este momento es lo más y ya te digo que pasamos un buen rato hasta que conseguimos reanudar la marcha.
Fotografía: Maribel Sobrino
Justo cuando estaba escribiendo este post, me llegó información sobre un proyecto del que me he enamorado y que merece la pena hacer llegar a todo el mundo. ¿Te gustaría vivir y disfrutar pequeñas grandes experiencias en lugares pequeños con mucho encanto? Vanwoow ha nacido para ayudarnos a explorar pequeños pueblos, no masificados, y donde hay grandes experiencias que vivir. Y ellos nos las enseñarán.
Tú también puedes formar parte de este proyecto. ¿Cómo? Siendo parte de esta plataforma colaborativa y dando a conocer esos pequeños grandes lugares y experiencias que se pueden vivir allí, o incluso siendo un beta tester de algunas de esas experiencias.
¿Tú también quieres formar de este turismo slow familiar que compartimos ya miles de familias? Hay muchas formas de viajar a este ritmo. Vanwoow es una de ellas que seguro que nos va a descubrir muchos lugares chulos.
Fotografía: Maribel Sobrino
¿Cuál ha sido el último destino que la masificación y tu adrenalina por las nubes no te ha dejado disfrutar?